La prisa no es la respuesta. Descubre tu camino para crear, crecer y construir
Vivimos, muchos de nosotros, sumergidos en un ritmo acelerado, soñando con asegurarnos un mañana pleno de seguridad, felicidad, posición, dinero, etc. Un ritmo que tenemos asumido desde bien pequeños y que, de la misma forma, trasladamos a nuestros niños desde muy temprana edad. Un ritmo consecuencia de mandatos interiorizados a los que respondemos sin cuestionar, pues son impulsos inconscientes, ya trasparentes para nosotros, que forman parte de nuestra normalidad.
Recuerdo hace años la reflexión de Elwaara, una pequeña saharaui que acogimos en casa durante algunos veranos, y que nos preguntaba extrañada: '¿Por qué aquí, en España, siempre es tarde?'. Una poderosa reflexión que, posiblemente, nuestros peques ni tan siquiera se plantean, pues nacen inmersos en esa marcha desenfrenada de actividades sin fin.
Efectivamente, muchos vivimos con la eterna sensación de que vamos tarde, de estar en falta, de que lo que hacemos no es suficiente. Estamos inmersos en la sociedad de la exigencia. Y es que socialmente la actividad es algo que genera simpatía. Admiramos a a la gente muy ocupada, que apenas cuenta con tiempo para las cosas triviales. Incluso perdonamos la distancia y la falta como consecuencia de una gran carga de actividad.
Pero ¿qué emoción hay detrás de la exigencia?. La exigencia no es adaptativa y provoca sin darnos cuenta una sensación de ansiedad continua que nos desempodera y cuya emoción primaria que la sostiene es el miedo. El miedo a quedarse atrás, a ser incompetente, a no llegar, a no ser suficiente.
Leía en un texto de Manuel Cuesta una reflexión que me encantó y quisiera compartir con nuestros lectores. Decía Manuel que 'hay un lenguaje neurótico extendido en nuestra cultura competitiva. Y lo que hoy llamamos avanzar nos aísla, nos sentimos más solos y temerosos'.
Efectivamente, con la prisa nos desconectamos no sólo de los demás, sino de nosotros mismos, de nuestra esencia, pues nos centramos tanto en el hacer, que lo confundimos con el ser. De tal forma que pensamos que lo que hacemos es lo que somos. ¡¡Que gran error!!.
Descubro cada día las sensaciones que experimentan los participantes de nuestros cursos cuando establecen un contacto más real con sus propios compañeros de trabajo, personas con las que conviven día tras día persiguiendo en teoría un objetivo en común, un proyecto de empresa. Y es en el descubrirse como humanos con sentimientos, con errores y aciertos, lo que les permite acercarse y generar relaciones de confianza, ese tipo de relaciones necesarias para crear.
La prisa no es la respuesta. Parar y sentir, mirar a tu alrededor, personas con historia, historias de vidas, cada uno con su vulnerabilidad, cada cual con su talento. Parar y sentir la confianza, sentir el contacto, avanzar juntos. Ese es el camino para crear, para crecer y construir.