Las comparaciones son odiosas

Recojo esta cita del refranero que viene a significar que 'no conviene comparar personas o cosas entre sí, para evitar que alguna se sienta menospreciada o porque cada una tiene sus propios valores'.

Y es que, cual resultado matemático, el efecto nocivo de las comparaciones dura por largo tiempo. Sobre todo cuando éstas son hechas en pleno desarrollo del auto-concepto y por personas significativas para nosotros. En ese momento no dudamos ni por un momento de la veracidad de la observación y nos tragamos la opinión apenas sin digerirla. De esta forma, se convierte en una creencia propia, un filtro a través del cual nos observamos.

Ocurre, en ocasiones, que la propia opinión que uno tiene sobre sí mismo lo es en contraposición con los demás. Y, claro está, resulta dañina cuando por regla general solemos tener opiniones desfavorables sobre nosotros mismos.

Tendemos a ser nuestros peores críticos y a confirmar una creencia muy poco beneficiosa para nuestra suerte: que los demás lo harán mejor y son mejores que nosotros. Y lo creemos tan firmemente que no lo dudamos ni un momento y, además, tratamos de suplirlo como sea, o haciendo un esfuerzo mayor o desarrollamos una tendencia al aislamiento.

En este sentido, es importante recurrir a la sencilla diferencia entre hechos y opiniones, en los que los primeros aportan datos contrastables y las segundas no dejan de ser un juicio, algo que habla más de la persona que lo emite que de la persona juzgada.

Tal y como indicaba la definición inicial, cada persona tiene sus propios valores y nuestra valía es única.

Por ello, si nos encontramos en estas circunstancias mis propuestas son las siguientes,

  • En primer lugar, debemos revisar aquellas opiniones que tenemos sobre nosotros mismos y volver a fundamentarlas. Y ahí, probablemente, se abrirá un mundo de posibilidades y nos daremos cuenta de que esas opiniones que hemos tenido durante años no nos pertenecen, no nos sirven y hemos de desecharlas para continuar nuestro viaje más ligeros de equipaje;
  • También nos tenemos que acostumbrar a mirar hacia los demás con el ánimo de aprender de ellos como una opción posible, pero no con una mirada desde la inferioridad, sino desde la diferencia;
  • Y, sobre todo, de vez en cuando, tomar un rato para nosotros e invertir nuestra mirada, mirar hacia dentro, valorar nuestros propios talentos y sobre todo, hacerlo desde el cariño y el cuidado hacia nosotros mismos.

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