Controlar el control

Si hay algo que se repite muy frecuentemente en los procesos de Coaching es la necesidad de control. Habitualmente, estos comportamientos responden a perfiles de personas muy autoexigentes que tienden a pensar que, si no tienen todo bajo control, su vida se puede desmoronar. Sin embargo, aunque es cierto que el control ayuda a planificar y minimizar riesgos, el exceso y la obsesión por el control nos genera, a su vez, angustia adicional.

El exceso de control provoca ausencia de delegación. Al mismo tiempo, llena nuestras vidas de obligaciones y de exigencias impuestas que nunca terminan. Las personas controladoras deben partir de la necesidad de reconocer su estado de deben ser conscientes de que la vida está llena de imprevistos imposibles de controlar. Hoy más que nunca hemos podido experimentarlo: la crisis ha provocado situaciones inesperadas a personas que pensaban tener todo bajo control.

Podemos identificar, por otra parte, variables que están directamente relacionadas con el exceso de control:

  • el control y la preocupación: se produce en personas que se preocupan por lo que que puede suceder, en lugar de ocuparse por cuestiones que nos atañen en el momento presente.
  • el control y la innovación: el miedo a equivocarse, a fallar, a dañar su imagen pública provoca que esas personas teman dar nuevos pasos, tener iniciativa, poner en práctica nuevas estrategias y nuevos métodos.
  • el control y el error: considerar que el error es un fracaso genera a estas personas una necesidad obsesiva por el control. En los procesos de Coaching se les acompaña para que sean conscientes de la necesidad de aceptar los fallos como parte de su propio desarrollo personal, de su experiencia y de su aprendizaje. Llegado este punto, la persona se siente más libre para crear.
  • el control y la autenticidad: la persona que vive en el control tiene tendencia a vivir también pendiente (y dependiente) del juicio ajeno, de la imagen que quiere transmitir. Esta persona no es consciente de que cuando más brilla es cuando consigue ser él mismo, cuando es auténtico y cuando se permite ser vulnerable.

A la vista de todo esto, queda claro que el control nos controla. La fuerza con la que intentamos controlar es la misma fuerza que nos arrastra en sentido inverso, hacia la angustia de no lograrlo, hasta llegar a un punto en el que el control nos bloquea, impidiéndonos de esta forma fluir con libertad.

Es necesario tomar conciencia de ello y darnos cuenta de lo inútil y contraproducente que resulta tratar de controlarlo todo. No olvidemos que no sólo comunicamos con el lenguaje. Comunicamos con el cuerpo y la emoción. Enmascarar el cuerpo y la emoción es una tarea muy compleja, que exige un enorme esfuerzo físico y psicológico. Desde este punto de vista, el exceso de control produce además estados de ansiedad y problemas psicosomáticos.

Apostemos, pues, por el desarrollo de nuestro talento. Confiemos en nuestro recursos. Busquemos nuestra autenticidad. Como decía Fritz Perls, 'no empujes el río, que fluye solo'.

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